Gastón Baquero: “El gato personal del conde Cagliostro”

El gato de Avenida Bain_Toronto_junio de 2016

Gastón Baquero (1914-1997)

El gato personal del conde Cagliostro

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Tuve un gato llamado Tamerlán.

Se alimentaba solamente con poemas de Emily Dickinson,

y melodías de Schubert.

Viajaba conmigo: en París

le servían inútilmente, en mantelitos de encaje Richelieu,

chocolatinas elaboradas para él por Madame Sévigné en persona,

pero él todo lo rechazaba,

con el gesto de un emperador romano

tras una noche de orgía.

.

Porque él sólo quería masticar,

hoja por hoja, verso por verso,

viejas ediciones de los poemas de Emily Dickinson,

y escuchar incesantemente,

melodías de Schubert.

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(Conocimos en Munich, en una pensión alemana,

a Katherine Mansfield, y ella,

que era todo lo delicado del mundo,

tocaba suavemente en su violoncelo, para Tamerlán,

melodías de Schubert.)

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Tamerlán se alejó del modo más apropriado:

paseábamos por Amsterdam,

por el barrio judío de Amsterdam concretamente,

y al pasar ante la más arcaica sinagoga de la ciudad,

Tamerlán se detuvo, me miró con visible replandor de ternura en sus ojos,

y saltó al interior de aquel oscuro templo.

.

Desde entonces, todos los años,

envío como presente a la vieja sinagoga de Amsterdam

un manojo de poemas.

De poemas que fueron llorados, en Amherst, un día,

por la melancólica señorita llamada Emily

–– Emily Tamerlán Dickinson.

Emily Dickinson: "Una palabra está muerta"_traducción por Pedro González_de la revista Elegomata

Emily Dickinson: “Una palabra está muerta”_traducción por Pedro González_de la revista Elegomata

Gastón Baquero (1914-1997)

Count Cagliostro’s Cat

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I had a cat named Tamerlaine.

And all he ate were poems by Emily Dickinson

and Schubert melodies.

He traveled with me: in Paris

they served him on lace doilies

chocolate confections made for him and him alone

by Madame de Sévigné herself.

To no avail: he waved them off

like a Roman emperor

after a night of orgies.

.

Page by page, verse by verse,

he wished only to chew on

old editions of Emily Dickinson’s poems

and he listened incessantly

to Schubert melodies.

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(In Munich, in a German pension,

we met Katherine Mansfield,

and she,

who held within her all the world’s delicacy,

for Tamerlaine played sweetly on her cello

Schubert melodies.)

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Tamerlaine passed away in the most appropriate manner:

we were on our way through Amsterdam,

through the ghetto, to be exact,

and as we passed the front of the oldest synagogue

Tamerlaine stopped,

looked at me with all love’s splendour in his eyes,

and leaped into the interior of that dark temple.

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Since then, each year,

I send a bunch of poems as a present to

the old synagogue of Amsterdam.

Poems that were wept one day in Amherst

by Emily, that melancholy lady

–– Emily Tamerlaine Dickinson.

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Translation from the Spanish © 2009 Mark Weiss

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