Poetas cubanos [nacidos en Holguín] escriben del Amor

Carlos Luna: The Lovers_Los Amantes

Carlos Luna: The Lovers_Los Amantes

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Lalita Curbelo Barberán (nace 1930)
Del amor
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Tanto se ha amado ya, y aún queda tanto
por amar
que puedo
largamente estirarme hasta el momento
de tus ojos perpetuamente abiertos.
Tanto se ha dado ya y aún queda tanto
por dar
en esta hora en que el amor es tu voz
o tus cabellos.
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Por eso es que aprendemos los silencios
y las manos se encuentran.
Mañana quizás queden en la tierra
nuestros huesos deshechos
pero ahora se ama todavía
y la esperanza rompe toda niebla.
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Ven, amor
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Ven amor, acomete contra mi
cuerpo que te espera,
bésame dulce como si bebieras
todo el amor que te nombre
en todos los momentos.
Que cada día el amor sea más
generoso y hondo,
más arrojado y de relámpago
de fuego.
Ven amor, vamos a morir de la
agonía de amarnos.
Deshójame como tú quieras.
Ámame.
Que cada día continuemos
en este amarnos mucho
y que caiga mi amor
hasta tu vida.
Ven amor, transítame
y enférmame de ternura
y fuego.
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Alberto Rocasolano (nace 1932)

Yo te conozco, amor

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Si del amor se trata, no es suficiente un sol para hacer todo el recuerdo y sellar la promesa de otro inicio; un mismo sábado no basta para darle a los pájaros su nombre y suscitar el júbilo del aire, del frescor que bordea cada hoja, donde la luz revive y ramifica cada sonido muerto y húmedamente se atropellan las palabras: las elegidas para hablar en el crepúsculo cuando la tarde desperdicia el oro con que podríamos comprar la eternidad.

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La vida exige y no perdona, suele aceptar a veces, permite que se posen nuestros ojos sobre su carne más variable, ávida de que se cumplan los deseos, que se desboquen los instintos, que extrañamente dependamos del envío de la luna cuando el caballo con su olfato despierta una leyenda y uno ventea los huesos de la sombra o desconfía de sí mismo, o quiere conocer y no pregunta y sorpresivamente mira con recelo a la inicial que fue situada en el final y siempre se hizo tarde su llegada.

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Porque en amor no hay letras para el fin, sólo esa parte azul que puede más que la ceniza y que, aun trizada, alienta, permanece, entra en el lance doblemente largo de ser y desnacer, de dar la muerte para hacer la vida…¡Yo te conozco, amor, y tengo miedo!

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Magaly Sánchez (nace 1940)

Mujer que espera en el parque

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Él no vendrá.

La cita era a la hora del sol

y de los niños en el parque;

y ya la noche no deja ver

el rostro de la estatua.

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Pero ella no parece esperar

sino que mira

el silencioso crecer de los rosales

sino que palpa

la soledumbre del lugar.

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Tiene, eso sí,

un ligero temblor en las manos

(apenas perceptible)

y una atolondrada manera de fumar

que la denuncia.

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Confusión

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No fueron de los que más se amaron.

Se compadecieron simplemente uno de otro

porque sabían que la vida resplandecía a veces

pero también que daba duros golpes

hasta en las espaldas más inocentes.

Planearon el porvenir como un pacto,

un apasionante episodio

en el que si uno caía el otro le tendería las manos.

Eran cobardes, sí, pero bondadosos,

y creyeron firmamente que aquello era el amor.

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Entre las horas

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Ella está entre las horas frente al mar, y llueve.

Un hombre joven le hace señas para que comparta su mesa –

unas cervezas, una conversación a elegir.

Después, una aventura junto al puerto;

esto as así. Y ella ve grandes pájaros sobre el mar,

barcos neblinosos andando lento,

un nombre muy querido nevegando en las aguas…

hasta que alguien dice su nombre en voz alta

y ya no sueña.

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Se olvida de mí

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Se olvida de mí;

le sabe mejor el aire lejos de mi sombra.

Le fatigan los sueños que me cargo:

el poco apego por mi nombre,

mi amor por lo otros,

mi seguridad (dice que incongruente) en el futuro.

Pide cartas de trinfo sobre la mesa,

que no pronuncie más palabras,

que amarren a la lucha y la fatiga,

y atraviese el tremendo mar de la Revolución

en barca de oro, y abanicándome:

Quiere que me muera y que me pierda.

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Renael González (nace 1944)

Fotos, cartas, papeles

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Aquí están, amor mío, como en mieles

que el tiempor sin piedad no ha corrompido,

tus palabras de luz y de sonido

dormidas en la piel de estos papeles.

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Aunque ya no eres tú

dejo que vueles hacia el país brumoso del olvido –

un viento sin edad vuelve a mi oído

con tu risa de alegres cascabeles.

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Si un ermitaño del amor he sido

o en cada primavera he florecido

o es mi corona espinas o laureles,

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yo no lo sé, mas, digo, convencido,

que hasta en la luz de un nuevo amor vestido,

por la sombra que dejas, aún me dueles.

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Delfín Prats (nace 1945)

Pero en el viento su rumor llegaba

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Ámala,

pero ámala como si todo hubiese concluido y pasado,

como si desde el futuro más remoto

recordaras el vino de tus mejores años:

el verano de mil novecientos ochenta

el catorce de abril

cuando fue tuya

en un hotel cercano del mar

cuyas ventanas no daban al mar

pero en el viento su rumor llegaba

y ella venía a ti como una ola

muriendo a las orillas de tu cuerpo.

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Albis Torres (nace 1947)

Hay gentes tan desgraciadas…

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Ella fue la mujer a quien quiso

y traerla a casa, la primera alegría de su vida.

Hacía gallinas de papel.

Las hacía como si nada

conversando, pensando.

Él miraba moverse aquellas manos tan queridas

y sacar de la nada alas, crestas

y una cola que hacía agitarse y crujir

al ave imaginaria.

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Todo parecía tan simple.

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Cuando ella se fue

trató muchas veces de repetir el milagro

dobló y desdobló papeles, tal vez pensando

que si daba sólo con una de aquellas pajaritas

regresaría atraída por el conjuro.

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Parecía tan simple.

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Su último intento fue a dar al cesto de la basura

reducido a una triste bolita de papel.

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Fue entonces que entendió que su mujer

estaba hecha de muchos dobleces,

de un mecanismo mudo que la hacía aletear

sin una idea exacta de vuelo.

Intento mecánico de ganar altura

siempre que se le tirara con buen tino de la cola.

Y la olvidó para siempre.

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Ciencia ficción

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Y si llegara un hombre verde

y si llegara un hombre verde

y si llegara un hombre verde o azul

en una nave.

Y se llegara.

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Qué diría de mí, tan despeinada

sin adornos ni gracia.

Qué diría de todos por mi culpa.

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Mamá está en el balcón

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Una vez estuve enamorada.

Era un muchacho dulce,

tenía las orejas pálidas y llenas

de unas pecas que me provocaban erizamientos.

Entonces también yo era adolescente.

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De esto hace mucho tiempo.

Su rostro no aparece

en los rasgos de mis hijos.

Su foto no está en el álbum familiar

y nadie lo recuerda en la mesa.

No hay una sola taza

en la que haya puesto sus labios.

No obstante

cuando los míos se acomodan

frente al televisor

acude a la baranda

y sus manos

rozan con un poco de horror las mías

que ya no son hermosas.

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Mayda Pérez Gallego (nace 1948)

Santiago

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Recuerdo mis diecinueve de Santiago

y becas de peñas

café bien fuerte en la Isabelica,

pero también Santiago

el de los callejones húmedos y la poesía del mar.

A solas contigo, compañero,

en la barbacoa que a nuestro gusto arreglamos

llena de affiches, consignas,

fotos y escritos del Che

catre en el que apenas cabíamos, pero sobraba,

para que me leyeras a Otto René

Vallejo

Neruda

para que aprendiéramos a conocernos y

hacer el amor

sin reglas ni recetas

herirnos y llenar de lágrimas la almohada y luego

besos

firmar la paz o la tregua

y por fin

en el vientre

la patadita risueña del hijo.

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Certidumbre

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Lo sabía:

dos iniciales menos

y otro amor engavetado.

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Ahora y hasta

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Quiero que esté conmigo ahora que llueve.

Abrazarte hasta mañana, pasado, un ratico.

Abrazarte tan ola que te irrites

Tan sol que te ardas

Tan guerra que te rindas.

Quiero que estés conmigo ahora y no tan simple.

Hasta el cansancio agradecido y el cigarro

Hasta la cama revuelta y mi voz después en calma:

Hasta otra lluvia, amor.

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Alejandro Fonseca (nace 1954)
Poema para María
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Cuando más segura quien la tiene,
tiene humo, polvo, nada…(Lope de Vega)
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Todo fue fácil al comienzo en aquella habitación;
éramos alegres animales que buscaban su fondo.
En medio del calor de los meses
perdimos el miedo de poseernos.
Había una piel para tocar mi cuerpo,
un sitio seguro donde discurrir los días
y yo conforme con tu aliento y tú con el mío,
olvidamos ciertas privaciones.
Pero al final de todo fue en vano;
el amor quedó suspenso como un punto de humo,
imposible de compartir.
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Bajo un cielo tan amplio
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Después de haber amado el paisaje claro de un cuerpo,
de abandonar el deseo en las extensiones largas de sus muslos,
después que ha partido hacia una dirección inexacta,
qué nos puede proporcionar la noche
y en el cuál de sus tantos espacios
encontraremos el ansia pasada,
si a esta hora sólo quedan los ruidos incoherentes de la ciudad
y el rumbo casi estricto de las calles
conduciéndonos a la casa;
a la casa siempre enclavada en un verano sigiloso
donde las plantas transpiran y su quietud asusta.
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La oscuridad no contiene un pájaro dorado
ni un ademán azul y alegre creciendo ante nosotros.
Únicamente se reciben las mansas,
las difusas imágenes en los contornos,
en este inmenso vacío
en el que no habrá de nuevo el paisaje claro de un cuerpo
a pesar de estar, de habitar bajo un cielo tan amplio.
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