Habaneras Ellas: poemas de Juana Rosa Pita, Minerva Salado, y Elena Tamargo

Vista de La Habana desde El Cristo_foto © Altervista punto org

Juana Rosa Pita (nace 1939)
Ciudad de mis ojos
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Las campanadas tienen duende
y las fuentes son nómadas.
Los árboles extienden su cultura
con la amistad del hombre
y se hacen confidentes, marineros.
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Hablo de la ciudad muy bien mirada
por ti: inventada hasta el colmo.
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Aquí se da cobijo a los que se aman
y se desacralizan los relojes.
No hay violencia ni incuria:
un caballo dará paso a un cangrejo
aunque no anide mar el horizonte.
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Hablo de la ciudad con mirador
hacia todas las otras.
. . .
Perspectivas
.
No es ver la luz lo original:
el que la luz nos vea
resulta imprescindible para amarnos mejor.
La soledad es transitiva:
.
los cauces de la angustia
confluyen en la fuente donde
Dios bebe al anochecer de nuestras manos juntas.
No hay distancia:
.
si podemos hacer viajar a un árbol
¿por qué los pensamientos quedarían encallados,
remotos de su destino en otros pensamientos?
.
No es vivir lo esencial:
el dejarse vivir por lo que vibra
en nuestro breve tiempo
fortifica la plaza para siempre.
. . .
Pertenencia
.
Mi país es un árbol de lluvia,
isla de fuego en flor,
un pequeño Infinito,
cantor de arcanos y alegrías.
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Mi país es tu abrazo, tu palabra,
tu fantasía, tu sueño, tu presencia;
señor de la tormenta,
mi país en ti despierto, duermo y vivo.
.
El puerto de mis manos y mis rosas,
mar abierto de todos mi deseos,
aire de mi silencio,
música callada de mi país,
hombre encino
el corazón meciéndose entre sol y luna,
mi país me espera…
. . .
Minerva Salado (nace 1944)
Poema a perpetuidad
.
La eternidad es este instante en que cubro tu mano con la mía.
La eternidad es una sábana extendida húmeda tras el amor
y aquel vocerío que nos ensordece
cual buitres sobrevolando una costa y la otra.
La eternidad es tan efímera como el cruce de una estrella desvelada
a través del espejo.
No tiene la infinita dimensión que le dimos
y es sólo un fugaz rayo en medio de las sombras,
una luz que aferramos por un tiempo
y se extinguió después entre los dedos.
La eternidad
no es más que un minuto, tal vez un breve instante,
la frase que pronunciamos sin aliento,
el destello de un beso,
ese espacio en que cabe la palabra siempre
y que me sientas tuya en el círculo concéntrico
que se nombra eternidad y que termina.
. . .
Oráculo
.
El amor es un templo al que hay que entrar
con miel de las abejas en tus manos
preparado para el acíbar de todos los días
y la música de la naturaleza estallando en las sienes.
El amor es un riesgo por correr
acecha en los buenos momentos
y en los peores
es una herida por rasgarse.
.
No hay eficiencia en el amor,
ni lluvia pertinaz,
ni buenas tardes cada día;
las matemáticas no existen
y esperan por él todas las viudas
las vírgenes del planeta.
.
El amor es una cuenta mal sumada
escapa como paloma
se pone el sol y en pleno eclipse
cae la oscuridad sobre el pasado.
El amor es toda inseguridad,
ninguna convicción,
jornadas que transcurren como años
a la espera del otro,
en la llamada de su propio
único corazón;
diferente,
intacto para ti,
tuyo en la lealtad,
en el susto por el tiempo que pasa.
.
Hay que empujar la puerta
sin mentiras,
sin miedos.
.
El amor es siempre un peligro.
El amor es un templo que hay que abrir.
. . .
Elena Tamargo (nace 1957)
Habana Tú
.
Y hoy está crecido el mar
no es que la marea suba por un hecho natural
es que llora Yemayá. (Juan Formell)
.
De niña, entre las grietas de la tierra
buscaba en ti mi aurora
a semejanza mía, a semejanza tuya
cuerpo oscuro y esbelto de mi sueño.
Puras ante la espera las imágenes
emisarias de la tarde que caía
pegada a su horizonte.
Tenías en secreto tu espigón de metales
inclinada en tu borde, busco el ancla perdida,
te busco en el regreso, estás llena de pájaros,
vuelve a secar tus manos y cuéntamelo todo.
Era esto el abandono y lo sabías.
Óyeme estos lamentos que me salen ardiendo,
yo sólo te deseo,
la sombra de aquel tiempo en ti misma entrevista
con inútil ternura –
y tú me dabas fuerza
rendida y dócil como el mar sabe serlo.
Aquel concilio que tantos han cantado
sin una urgencia propia como ésta de este instante.
Tampoco fue tu culpa si no les comprendiste la amargura
faltándoles la leche y el abrigo –
te lo dieron todo, vida que no pedías.
. . .
Habanera Yo
.
Soy otra vez muchacha en el invierno
y nadie me regala una gardenia.
Pero al regreso de mis lunas
ahíjo taciturna del fondo de la calle
casi feliz, aletargada
bajo esta piedra roja.
Retozo como un campo de caña florecido
es la herencia adecuada de una mujer despierta
un sueño desprendido del cuerpo que lo ha usado.
Los lirios de Rosita
mis únicos testigos
esperan la lechuza
en el silencio mío del oeste.
Vuelvo en la medianoche de este invierno
acércate a escuchar mi tambor y mi oboe
acércate con riesgo de hechizarme.
Ciudad, ciudad
no mates mi manía de ser bella
de pasearme desnuda y cepillarme el pelo.
Ciudad con pajaritos y cisternas
el probable lugar donde acabó una historia.
Ay, mi ciudad
mi pasto
mi sitio recurrente
a la hora en que duermen las palomas.
Ciudad que has bendecido mis vigilias
arrástrame hacia el mar
sin farolas ni víctimas
con algas en mi pelo
y en tu pelo sal.
. . .
Fragmentos de La Habana
.
Pensar, robar, gozar
todo un único espasmo.
Arpegia y pica, Lázaro.
Salta de los tejados cuando nadie te vea
y muestra el interior de la sonata.
Aquella criatura desenfrenó la nada.
Es la maldad tan natural lo que te bambolea.
Veo tu insomnio a su manera
veo el disco girar y a los hombres
veo charcos, tranvías,
veo enormes pedazos de La Habana.
A los negros los veo
resonando a sus pies el toque de los siglos.
Negros espirituales.
Blanco el mantel del primer desayuno
blanco mi abuelo
blancos en el exilio, desconcertados,
borrachos de blancura,
blancos los hospitales,
negro mi cuerpo en el primer amor.
Llegan las mariposas a confirmar que ardí
y me dejan besando su jadeo
la inútil ceremonia
junto al candil oscuro.
. . . . .