Eliseo Diego: “La casa abandonada”, “Oda a la joven luz”, y “Testamento”

Edificio deteriorado_Holguín_Cuba_mayo de 2016

Eliseo Diego (1920-1994)

La casa abandonada

.

Hacia el final de la escalera

te has dado vuelta: en el vacío de abajo

el viento solitario hace las veces del trajín,

y la penumbra está sucia de olvido.

Pero arriba, en el piso de arriba,

el cúmulo de inútil sueño aguarda.

¿Vas a entrar en él, a sumergirte?

Con la mano puesta en el balaústre,

acariciándolo te quedas.

Poco a poco, no vas así a bajar la vista:

escucha el torvo zumbido de la mosca

que se afana contra el ciego cristal:

hay alguien en el primer peldaño.

Espera.

Mira:

tú estás en el primer peldaño.

Lívido te estás mirando a ti con toda el alma

como si fuese para siempre.

Y ya

no estás arriba,

ni tampoco abajo.

Zumba

sola por fin la torva prisionera.

. . .

Oda a la joven luz

.

En mi país la luz es mucho más que el tiempo,

se demora con extraña delicia en los contornos militares de todo,

en las reliquias escuetas del diluvio.

.

La luz

en mi país resiste a la memoria

como el oro al sudor de la codicia,

perdura entre sí misma,

nos ignora desde su ajeno ser, su transparencia.

.

Quien corteje a la luz con cintas y tambores

inclinándose aquí y allá según astucia

de una sensualidad arcaica, incalculable,

pierde su tiempo, arguye con las olas

mientras la luz, ensimismada, duerme.

.

Pues no mira la luz en mi país

las modestas victorias del sentido

ni los finos desastres de la suerte,

sino que se entretiene con

hojas, pajarillos, caracoles, relumbres, hondos verdes.

.

Y es que ciega la luz en mi país

deslumbra su propio corazón inviolable

sin saber de ganancias ni de pérdidas.

Pura como la sal, intacta, erguida,

la casta, demente luz

dehoja el tiempo.

. . .

Testamento

.

Habiendo llegado al tiempo en que

la penumbra ya no me consuela más

y me apocan los presagios pequeños;

habiendo llegado a este tiempo;

.

y como las heces del café

abren de pronto ahora para mí

sus redondas bocas amargas;

.

habiendo llegado a este tiempo;

.

y perdida ya toda esperanza de

algún merecido ascenso,

de ver el manar sereno de la sombra;

.

y no poseyendo más, en fin,

que mi memoria de las noches

y su vibrante delicadeza enorme;

.

no poseyendo más

entre cielo y tierra que

mi memoria, que este tiempo;

.

decido hacer mi testamento.

Es

éste:

les dejo el tiempo,

todo el tiempo.

. . . . .