Poetas cubanos [nacidos en Holguín] escriben del Amor
Posted: June 28, 2016 | Author: Zócalo Poets | Filed under: Alberto Rocasolano, Albis Torres, Alejandro Fonseca, Delfín Prats, Lalita Curbelo Barberán, Magaly Sánchez, Mayda Pérez Gallego, Renael González, Spanish | Tags: Poetas cubanos |Comments Off on Poetas cubanos [nacidos en Holguín] escriben del Amor.
Lalita Curbelo Barberán (nace 1930)
Del amor
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Tanto se ha amado ya, y aún queda tanto
por amar
que puedo
largamente estirarme hasta el momento
de tus ojos perpetuamente abiertos.
Tanto se ha dado ya y aún queda tanto
por dar
en esta hora en que el amor es tu voz
o tus cabellos.
.
Por eso es que aprendemos los silencios
y las manos se encuentran.
Mañana quizás queden en la tierra
nuestros huesos deshechos
pero ahora se ama todavía
y la esperanza rompe toda niebla.
. . .
Ven, amor
.
Ven amor, acomete contra mi
cuerpo que te espera,
bésame dulce como si bebieras
todo el amor que te nombre
en todos los momentos.
Que cada día el amor sea más
generoso y hondo,
más arrojado y de relámpago
de fuego.
Ven amor, vamos a morir de la
agonía de amarnos.
Deshójame como tú quieras.
Ámame.
Que cada día continuemos
en este amarnos mucho
y que caiga mi amor
hasta tu vida.
Ven amor, transítame
y enférmame de ternura
y fuego.
. . .
Alberto Rocasolano (nace 1932)
Yo te conozco, amor
.
Si del amor se trata, no es suficiente un sol para hacer todo el recuerdo y sellar la promesa de otro inicio; un mismo sábado no basta para darle a los pájaros su nombre y suscitar el júbilo del aire, del frescor que bordea cada hoja, donde la luz revive y ramifica cada sonido muerto y húmedamente se atropellan las palabras: las elegidas para hablar en el crepúsculo cuando la tarde desperdicia el oro con que podríamos comprar la eternidad.
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La vida exige y no perdona, suele aceptar a veces, permite que se posen nuestros ojos sobre su carne más variable, ávida de que se cumplan los deseos, que se desboquen los instintos, que extrañamente dependamos del envío de la luna cuando el caballo con su olfato despierta una leyenda y uno ventea los huesos de la sombra o desconfía de sí mismo, o quiere conocer y no pregunta y sorpresivamente mira con recelo a la inicial que fue situada en el final y siempre se hizo tarde su llegada.
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Porque en amor no hay letras para el fin, sólo esa parte azul que puede más que la ceniza y que, aun trizada, alienta, permanece, entra en el lance doblemente largo de ser y desnacer, de dar la muerte para hacer la vida…¡Yo te conozco, amor, y tengo miedo!
. . .
Magaly Sánchez (nace 1940)
Mujer que espera en el parque
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Él no vendrá.
La cita era a la hora del sol
y de los niños en el parque;
y ya la noche no deja ver
el rostro de la estatua.
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Pero ella no parece esperar
sino que mira
el silencioso crecer de los rosales
sino que palpa
la soledumbre del lugar.
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Tiene, eso sí,
un ligero temblor en las manos
(apenas perceptible)
y una atolondrada manera de fumar
que la denuncia.
. . .
Confusión
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No fueron de los que más se amaron.
Se compadecieron simplemente uno de otro
porque sabían que la vida resplandecía a veces
pero también que daba duros golpes
hasta en las espaldas más inocentes.
Planearon el porvenir como un pacto,
un apasionante episodio
en el que si uno caía el otro le tendería las manos.
Eran cobardes, sí, pero bondadosos,
y creyeron firmamente que aquello era el amor.
. . .
Entre las horas
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Ella está entre las horas frente al mar, y llueve.
Un hombre joven le hace señas para que comparta su mesa –
unas cervezas, una conversación a elegir.
Después, una aventura junto al puerto;
esto as así. Y ella ve grandes pájaros sobre el mar,
barcos neblinosos andando lento,
un nombre muy querido nevegando en las aguas…
hasta que alguien dice su nombre en voz alta
– y ya no sueña.
. . .
Se olvida de mí
.
Se olvida de mí;
le sabe mejor el aire lejos de mi sombra.
Le fatigan los sueños que me cargo:
el poco apego por mi nombre,
mi amor por lo otros,
mi seguridad (dice que incongruente) en el futuro.
Pide cartas de trinfo sobre la mesa,
que no pronuncie más palabras,
que amarren a la lucha y la fatiga,
y atraviese el tremendo mar de la Revolución
en barca de oro, y abanicándome:
Quiere que me muera y que me pierda.
. . .
Renael González (nace 1944)
Fotos, cartas, papeles
.
Aquí están, amor mío, como en mieles
que el tiempor sin piedad no ha corrompido,
tus palabras de luz y de sonido
dormidas en la piel de estos papeles.
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Aunque ya no eres tú
– dejo que vueles hacia el país brumoso del olvido –
un viento sin edad vuelve a mi oído
con tu risa de alegres cascabeles.
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Si un ermitaño del amor he sido
o en cada primavera he florecido
o es mi corona espinas o laureles,
.
yo no lo sé, mas, digo, convencido,
que hasta en la luz de un nuevo amor vestido,
por la sombra que dejas, aún me dueles.
. . .
Delfín Prats (nace 1945)
Pero en el viento su rumor llegaba
.
Ámala,
pero ámala como si todo hubiese concluido y pasado,
como si desde el futuro más remoto
recordaras el vino de tus mejores años:
el verano de mil novecientos ochenta
el catorce de abril
cuando fue tuya
en un hotel cercano del mar
cuyas ventanas no daban al mar
pero en el viento su rumor llegaba
y ella venía a ti como una ola
muriendo a las orillas de tu cuerpo.
. . .
Albis Torres (nace 1947)
Hay gentes tan desgraciadas…
.
Ella fue la mujer a quien quiso
y traerla a casa, la primera alegría de su vida.
Hacía gallinas de papel.
Las hacía como si nada
conversando, pensando.
Él miraba moverse aquellas manos tan queridas
y sacar de la nada alas, crestas
y una cola que hacía agitarse y crujir
al ave imaginaria.
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Todo parecía tan simple.
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Cuando ella se fue
trató muchas veces de repetir el milagro
dobló y desdobló papeles, tal vez pensando
que si daba sólo con una de aquellas pajaritas
regresaría atraída por el conjuro.
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Parecía tan simple.
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Su último intento fue a dar al cesto de la basura
reducido a una triste bolita de papel.
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Fue entonces que entendió que su mujer
estaba hecha de muchos dobleces,
de un mecanismo mudo que la hacía aletear
sin una idea exacta de vuelo.
Intento mecánico de ganar altura
siempre que se le tirara con buen tino de la cola.
Y la olvidó para siempre.
. . .
Ciencia ficción
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Y si llegara un hombre verde
y si llegara un hombre verde
y si llegara un hombre verde o azul
en una nave.
Y se llegara.
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Qué diría de mí, tan despeinada
sin adornos ni gracia.
Qué diría de todos por mi culpa.
. . .
Mamá está en el balcón
.
Una vez estuve enamorada.
Era un muchacho dulce,
tenía las orejas pálidas y llenas
de unas pecas que me provocaban erizamientos.
Entonces también yo era adolescente.
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De esto hace mucho tiempo.
Su rostro no aparece
en los rasgos de mis hijos.
Su foto no está en el álbum familiar
y nadie lo recuerda en la mesa.
No hay una sola taza
en la que haya puesto sus labios.
No obstante
cuando los míos se acomodan
frente al televisor
acude a la baranda
y sus manos
rozan con un poco de horror las mías
que ya no son hermosas.
. . .
Mayda Pérez Gallego (nace 1948)
Santiago
.
Recuerdo mis diecinueve de Santiago
y becas de peñas
café bien fuerte en la Isabelica,
pero también Santiago
el de los callejones húmedos y la poesía del mar.
A solas contigo, compañero,
en la barbacoa que a nuestro gusto arreglamos
llena de affiches, consignas,
fotos y escritos del Che
catre en el que apenas cabíamos, pero sobraba,
para que me leyeras a Otto René
Vallejo
Neruda
para que aprendiéramos a conocernos y
hacer el amor
sin reglas ni recetas
herirnos y llenar de lágrimas la almohada y luego
besos
firmar la paz o la tregua
y por fin
en el vientre
la patadita risueña del hijo.
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Certidumbre
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Lo sabía:
dos iniciales menos
y otro amor engavetado.
. . .
Ahora y hasta
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Quiero que esté conmigo ahora que llueve.
Abrazarte hasta mañana, pasado, un ratico.
Abrazarte tan ola que te irrites
Tan sol que te ardas
Tan guerra que te rindas.
Quiero que estés conmigo ahora y no tan simple.
Hasta el cansancio agradecido y el cigarro
Hasta la cama revuelta y mi voz después en calma:
Hasta otra lluvia, amor.
. . .