El Salvador: una breve muestra de sus poetas nacidos en los años 70 y 80

Rafael Figueroa_pintor, El Salvador_

Rafael Figueroa_pintor, El Salvador_”Mi conciencia y demencia”_2013

Lya Ayala (1973)
Innombrable
.
Amanecen en la tarde
los sueños dormidos
recordando las ventanas de arena
los gritos entre las olas
cambiando levemente ante mis ojos
el azul por verde
el sol verde, la luna verde
calladas las nubes son un tiempo de ecos
la soledad pequeña dulce transparente
soledad de los rincones
Todas las sombras que conocí entonces
se llamaban de esa manera
volaban como algas en las manos
Allá lejos
el ruido rozaba el muelle
y el muelle escuchaba.
. . .
Medio segundo

Pobladores de hojas
crean abismo
seres blancos y sin miradas
Podría ser la caballería del siglo esplendoroso
Ricardo observando desde su torre
el oscuro bosque
he visitado su castillo
sostenido una lanza en vestido ocre
y un idioma de metal entre los labios
Podría ser la cruz entre las costillas
A Él llegue a amarlo
Aquella tarde vi mi rostro entre sus manos
Sospechaba haberlo visto antes
ahora navego
busco el paraíso en las Indias.
. . .
Soledad
.
Árboles de agua
entran por la ventana
tiritando se acuestan sobre la cama
el piso remueve la historia,
hay una taza, un libro, una llave
los zapatos se angustian
y acuden a la entrada
la puerta es incierta
el techo calla
Un río de árboles respira
en mi almohada
y la noche escucha,
mi noche sin sombras
sin truenos
sin fantasmas.
. . .
Roxana Méndez (1979)
Sentada en la estación
.
Sentada en la estación
de algún invierno,
siento como el silencio
me alcanza y me rodea…
.
De los vagos rincones
veo salir siluetas…
.
Siluetas que transportan
neblina entre los dedos…
Rostros que no he observado
y voces que no entiendo…
.
Siguen, siguen llegando
continúan saliendo…
.
Vienen hasta muy cerca:
me cantan al oído
melodías nocturnas
que me saben a mar,
a marismas, a viento,
.
a lugares antiguos
donde nada es real,
a luz cálida y suave,
y frases pronunciadas
en un tiempo remoto
con lenguajes de sal…
.
Oscurece otra vez
me levanto, camino,
y el sendero que tomo
se torna más sombrío.
.
Camino en la penumbra…
Atrás, el cielo azul,
no encuentra ningún sitio.
. . .
Duke Mental (1979)
La Carta (un fragmento)
.
De verdad que quiero escribir una carta
que llegue un día a tus manos
y no sean noticias mías  ni de mi ciudad
quiero escribir una carta que cuente uno a uno mis golpes en la cabeza al respirar
pero  quien cuente  los golpes  sea el aliento que  respiré  y el viento que atraviesa mis
pulmones  inflamados de tanto tóxico
tan tóxico que todos llevamos muertos en la espalda  tan solo por llevar sus nombres en nuestros  documentos
nombres que ensucian los muros  más libres de estas venas  estridentes con códigos y rimas   que solo consiguen hacernos inmune al dolor
nombres que pueda descifrar tanta muerte entre  tanto silencio
que   brota entre tanta tierra y tanta noche.
Ojalá un día pueda escribir los golpes que me dio la neblina
y que el día que pueda escribir esta carta
no seas vos  ni yo el finado que diga:
No hay mayor acto criminal en estos días  que se pueda inventar  en este mundo
que hacer sonreír entre tanto llanto.

. . .
Tomás Andreu (1980)
Somos efímeros
.
Somos efímeros:
un relámpago en medio de la noche
sería más longevo que toda nuestra existencia
y el fulgor de una hebra de tabaco,
ardería más que todos nuestros sueños.
.
Somos decadentes:
un perro putrefacto bajo el sol del mediodía
sería un  surtidor benevolente de retribución a natura
y  sería algo nuevo bajo el sol
más que todo el fruto de nuestras manos.
.
Somos pequeños:
una ola del azul y profundo mar
sería más esbelta que nuestras ideas
y en la solaz orilla de la playa,
un nombre sobre la arena llegaría
lento al olvido, después del nuestro.
somos desolación:
el yermo Sahara en su vasta soledad
sería más fértil que nuestro enjambre de esperma
y la infinita arena que el sol hace relampaguear
perviviría más que toda nuestra descendencia.
.
Somos efímeros,
somos decadentes,
somos pequeños,
somos desolación.
somos el poema que nadie acaba.

Rafael Figueroa_pintor, El Salvador_

Rafael Figueroa_pintor, El Salvador_”Vitamina Life”_2013

Róger Guzmán (1981)
Un roce de tu aliento
.
La niña de los pies sensuales quiere caminarte hasta el último sudor
Te dibuja una sonrisa con sus fotografías Te masturba las manos con tus ojos
Tatúa sus piernas en tus pupilas Te quiere dar un beso
La niña que traga tus problemas y defeca soluciones contra el mal aliento
Contra el cabello despeinado los dientes amarillos y las axilas mal olientes
Quiere sembrar sus viñas en la tierra de tus uñas
Quiere extraer los minerales de tus bolsillos
Quiere tomarte la sangre para fabricar caramelos
Te quiere desnudo
Para hacer realidad todas tus fantasías
Querés que te hable como un predicador que cree en Dios para creerse dios
Querés que te escupa y te grite mundano
Que te anuncie el fin del mundo y del centro del universo
Querés sentirte especial animal como todos los animales
Sentirte más necesario que la lombriz o la mariposa
Sentirte la cura gran enfermedad entre las enfermedades
Sólo querés abrigo animal desabrigado
. . .
Laura Zavaleta (1982)
Mujer y Muerte
.
Querida: Los segundos sin permiso, pasan
y todo es estrujado acá dentro.
En la cabeza cargo un nudo de inviernos y sólo digo:
Cómo vas conduciendo la noche mientras desciende
de mí, este largo hilo de hormigas
todas, con tu cabeza de diosa;
con tu crueldad de animal insondable.
Sobre mí hay un dedo infinito
que se desliza y dibuja en mi arena
la forma de un mar que devora y arrastra,
y camina desesperadamente hambriento,
y es una serpiente inmensa que muerde mis talones.
Y no hay nadie
que cierre los ojos por mí.
Y el aliento, la música y la lámpara
son solo ilusión y nada pesa.
Sigue y camina tu abrazo,
en la transpiración, ésta, de realidades
yo solo guardo un sabor de niebla en la boca.
. . .

Las noches en un balcón del Virreyes
.
Si el hotel no existe, estoy suspendida en el aire.
Mi hueso atrapa el frío y la catedral se hunde.
De los carros y los taxis verdes,
el denominador común son las estrellas
pegadas al asfalto.
En el estómago duele la noche y la luz asalta.
Los muros son colmenas tatuadas
por animales prehistóricos.
Yo sólo conozco la historia que imagino:
toco la pared y los museos engullen el asombro.
Beso los cuerpos, las huellas de los cuerpos;
los exprimo como frutas celestiales.
Cierro los ojos.
Yo te miro a vos, a quien adoro.
A lo lejos, como yo, prendido del aire.
Ese es el veneno, mirarte mientras conozco,
colgado de una nube rota o fantasmal,
en una ciudad que me traga.
Se respira agua, agua respiro,
y hay un placer que flota más allá de los rostros
y sobre las arrugas.
Qué frío hace y yo soñando agua entre mis manos pequeñas.
Esas, donde cabés milimétrico a pesar del nubarrón
y la ciudad oscura a pesar de la altura de
este sueño amniótico.
. . .
Rebeca Henríquez (1982)
Jardín de Bonsáis
.
Nunca olvido a la muerte.
Es un cascabel que repica en la punta de mi melena,
la cual se alarga con los años hacia la cuenca terrosa del sepulcro.
Y no es que esté inmersa en mi hechura:
es que yace junto a mí,
se adecúa a la furia del estío en los recovecos de mi piel
y se acurruca en el centro de mi pecho como un murciélago sombrío.
La muerte siempre está conmigo.
Y puesto que la memoria es una repisa atestada de films inapreciables,
ordenados en una trastienda
donde sólo el murmullo de los gorgojos
podría cuestionar con agujeros su existencia,
así la muerte,
con sus atuendos extravagantes,
está apilada en las celdas acuosas de mi recuerdo.
.
Allá,
en algún jardín memorial,
un celador recoge los ramos marchitos de los mausoleos
y los extiende sobre un sillón agradable.
Sabe que la muerte es nada,
tanto como yo sé que con el tiempo
los troncos de un roble diminuto
se inclinarán hacia mis labios
para adornar la estrechez del jardín
donde la muerte
es un cascabel que repica en la punta de mi melena.

. . .
Luis Borja (1985)
El pómulo abierto

.
He aquí el pulso de un beso de pólvora
La herida abierta de una caricia
La delgada  sonrisa de un disparo
Con el pómulo abierto acaricio el nombre de las agonizantes horas que me quedan:
“Madrecita, perdóname por mi vida loca.”
Son pocas horas madre las que me quedan
Son pocas horas las que acaricio tu rostro viejo
Tu rostro cansado  y deshojado:
“Madrecita, perdóname por mi vida loca.”
Pero el barrio es igual a tu nombre
Es  la santificación de un beso
Es el refugio de un niño moribundo
Es la señal de que aún existo
Es la gana de encontrarle sentido a mi nombre
Es la sábana de mis días benditos, madre
Con el pómulo abierto y la boca electrizada sé que agonizo
Pero no me llore  ruquita  que la sangre se me dilata al verla
Se me dilata la sonrisa de niño perdido
Y al verla llorar sé que está llegando la hora:
“Madrecita, perdóname por mi vida loca.”
No me niegue la atroz caricia ni el beso en la frente
No crea que nunca supe la soledad que le cause en el alma
Su asediada voz  se me hizo un rosario en el pecho
Tengo el pómulo abierto y la lengua dormida
Llegó  la hora ruquita
Deme el beso de buenas noches.

. . . . .